Hasta que, sin darme cuenta, golpeé una repisa y tiré al suelo todo lo que en ella había: un plato de Talavera, un quinqué apagado y el retrato color sepia de algún Pariente de la patrona.
Me entraron muchas ganas de echarme a llorar, pero me contuve, porque mamá quería que fuera bien educado, y entonces le tiré de una de las trenzas a Luisita y ella me dio una patada en el tobillo.
El otro día me tiré en paracaídas y también hace mucho calor en Sevilla, y subimos con la ventana abierta, con la puerta abierta, y no sé por qué, la cabeza te da de decir… No lo voy a hacer.