Félix nunca me lo contó abiertamente pero, como garbancito, fue dejándome pistas por el camino. Yo sólo me limité a seguirlas y aquélla fue mi conclusión.
Cuando revisé mi provisión de pan, me di cuenta de que había disminuido considerablemente, por lo que me limité a comer solo una galleta al día, cosa que me provocó mucho pesar.
Sin embargo, fuera de estas señales de su actividad, que yo me limité a compartir con todos los lectores de la prensa diaria, era muy poco lo que había sabido de mi antiguo amigo y compañero.
Poco tiempo después, mi tinta comenzó a escasear, así que me limité a usarla con mucho cuidado y no escribía sino los acontecimientos más importantes de mi vida, abandonando el recuento diario de otras menudencias.