Candelaria la matutera, oportunista, peleona, desvergonzada y entrañable, ya estaba en la puerta rumbo al pasillo cuando, aún a media voz, lancé mi última pregunta.
Intentando simular normalidad, lancé al aire las buenas noches y me acosté. Permanecí despierta un rato, hasta que los trajines se fueron poco a poco acallando.
Decidí empezar por ellos y lancé por la borda los que pude, pues eran muy pesados, amarrándolos con una cuerda para que no se los llevara la corriente.
Así, pues, habiendo encontrado dos o tres remos rotos que pertenecían al barco, dos serruchos, un hacha y un martillo, aparte de lo que ya había en el arcón, me lancé al mar.
Eso sí, no me lancé así nomás, sino que creé un proyecto donde me dediqué a comerme un sándwich distinto cada día del año, mientras lo iba registrando todo en Instagram a modo de bitácora.