Su personaje favorito era el Amadís de Gaula, quien vivió las más emocionantes y honorables aventuras con su armadura de caballero y al galope de su caballo.
Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos.
El galope del caballo volvió de nuevo al camino —¡cataplán, cataplán, cataplán! —; se escucharon de nuevo los gritos de los centinelas, y de nuevo reinó el silencio.