No sé si es exactamente igual en otros países, pero en España las personas pueden solicitar que les impidan, que les prohiban, la entrada a los bingos o los casinos.
Fijaos, a Carmen le gustaban tanto las historias y los libros que leíamos juntos, que los miércoles renunciaba al bingo de la residencia, ahí es nada, para compartir ese rato de lectura.
Luego tuvo otro dueña a la que le encantaba jugar al bingo, al poco tiempo de tener al gatito se arruinó y como no pudo darle de comer le dejo abandonado enfrente de la iglesia.
Si somos capaces de entender todo el caleidoscopio de emociones de otras personas, ya sea sus expresiones faciales muy notorias, o incluso hasta las más sutiles y encubiertas, sus gestos corporales, cómo se mueven, o sus microgestos, ¡bingo!