Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar.
A las ocho, ya con el sol caliente, la niña del servicio fue a sacar agua del aljibe, y allí estaba el padre Aquino, flotando bocarriba con las calzas que se, dejaba puestas para dormir.