Tampoco las gonorreas, desde que se descubrió la estratagema del Jaguar y el Rulos, que se presentaron a la enfermería con el falo bañado en leche condensada.
Cuando la vio aparecer con un camisón de madapolán y el cabello suelto en la espalda, el decrépito párroco creyó que era una burla, y despachó al monaguillo.