Estaba Leonisa del mismo modo y traje que cuando entró en la tienda del Bajá, sentada al pie de una escalera grande de mármol que a los corredores subía.
Hízolo así, y, añadiendo galas a galas, perlas a perlas, y belleza a belleza, que suele acrecentarse con el contento, se vistió de modo que de nuevo causó admiración y maravilla.
Un calendario atrasado con una estampa de ruiseñores, cortesía de la barbería El Siglo, aportaba la única nota de color a las paredes encaladas en las que se marcaban los restos de un mar de goteras.