En tanto que don Quijote estaba diciendo lo que queda dicho, se le había caído a Cardenio la cabeza sobre el pecho, dando muestras de estar profundamente pensativo.
La señá Nicolasa se mordió los labios, hizo una ligera mueca, no se sabe si de satisfacción o de despecho, y calló durante largo rato, como sumida en profundas meditaciones.
Había estado estudiando, pero se hizo demasiado oscuro para ver el libro, de manera que cayó en un ensueño, mirando más allá de la Reina de las Nieves, una vez más cubierta de flores.