A mí, que desde entonces prefería el pescado a cualquier otra cosa de comer de la tierra o del cielo, aquel recuerdo de nuestra casa de Guacamayal me alivió el corazón.
Y descubrí que era lo que me gustaba, así que, bueno, eso era, tenía trece, catorce años. Después, ya a los dieciocho, me tocó el servicio militar que acá es obligatorio.
Y creo que si en ese instante hubiera tenido una botella, hubiera metido dentro una de las tarjetas, jugando al náufrago, para tener esa noche algo divertido que contarles a mis amigos en Cartagena.
Yo había entrado poco antes con un grupo de amigos después del último concierto que dio David Oistrakh en el Palau de la Música, y se me erizó la piel con la incredulidad de los suecos.
No creo, porque la señora que he visto abajo es muy diferente. Ésta debe de ser enfermera o algo así. Está muy poco en casa. Por la mañana vuelve justo antes de que yo salga de casa.