El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la hora de enamorarse; y así se despertaron vivas esperanzas para conseguir el corazón del señor Bingley.
Así se pasaban meses y meses; los novios pelaban la pava todas las noches sin faltar una; pero el asunto permanecía siempre sin adelantar, ni por el lado de la buena fin, ni tampoco por el lado de la mala.