El cuerpo sigue la misma línea: caderas anchas, glúteos enormes y una cintura que parece imposible, logrados con gimnasio, corsés y de nuevo, retoques estéticos.
Una señora se le desprendió acá, dios salve, la cadera, y regaló los dos niños… Sí… Venía una familia y les dijo que los salvaran, que le salvaran a los niños.
Animado por esa ilusión se atrevió a explorar con la yema de los dedos su cuello marchito, el pecho acorazado de varillas metálicas, las caderas de huesos carcomidos, los muslos de venada vieja.
Las articulaciones de los dedos son las que crujen con más facilidad, pero muchos también hacen crujir las articulaciones entre las vértebras del cuello y la espalda, y hasta de sus caderas, muñecas y hombros.