Lo que sientes cuando estás entrando en la adolescencia, que es como esa inocencia, esa ilusión, la primera vez que te enamoras, todos esos sentimientos tan intensos.
Como de asombro curioso, reconociendo a este hombre que era tu padre en tu inocencia de los ocho, nueve años, y expresándola a través de tu sonrisa, de tu mirada, de tu cara.
En mi ingenuidad, creía que lo que yo pudiese escribir con aquella pluma llegaría a todas partes, incluido aquel sitio incomprensible al que mi padre decía que mi madre había ido y del que no volvía nunca.
En fin, me resolví en que poco amor, poco juicio, mucha ambición y deseos de grandezas hicieron que se olvidase de las palabras con que me había engañado, entretenido y sustentado en mis firmes esperanzas y honestos deseos.
Es importante estar en la realidad y a la vez mantener esa pureza y esa posibilidad de creación que tienen los jóvenes y yo lo único que les digo es que se aferren a su creación, que se aferren a lo que son.