Al cabo de un momento, los ojos se movieron, revisaron las cosas de la cocina, las ollas colgadas, las ristras de achiote, los platos, el cuchillo de destazar.
Mientras contemplaba la intimidante asamblea, el iniciado se preguntó quién en el mundo exterior se podría imaginar a ese grupo de hombres congregado en un mismo lugar... O que lo hicieran en ese lugar.
Bernarda le contestó sin mirarlo, como si el saludo hubiera sido de nadie. El marqués subió a la baranda, y desde allí recorrió el horizonte completo con una mirada continua por encima de la maleza.