Cierta noche, mientras conversábamos después de una extenuante sesión de telepatía, pregunté por qué el lenguaje de los alquimistas era tan vago y complicado.
Luego de caminar por algún tiempo, por fin el joven y su amigo encontraron al alquimista, el cual supo al instante que Santiago se convertiría en su discípulo.
No obstante, el alquimista le dijo que se arrepentiría de no cumplir su sueño y que si Fátima era un amor verdadero, lo esperaría el tiempo que fuera necesario.
En la figura que se llama oximoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de luz oscura; los alquimistas, de un sol negro.
Él y el inglés se encaminaron a buscar al alquimista y en ese recorrido, Santiago se encontró con Fátima, una hermosa joven que llevaba un cántaro de agua en el hombro.