Se había cometido un delito en una iglesia y las constituciones de Paz y Tregua establecían que la inocencia debería demostrarse mediante la prueba del agua caliente.
Huyó a la biblioteca pero no pudo leer. Rezó con la fe exacerbada, cantó la canción de la tiorba, lloró con lágrimas de aceite ardiente que le abrasaron las entrañas.
Y como el aire caliente sobre una vela, la roca caliente asciende en corrientes de convección - a lo largo de millones de años, eso sí - repartiendo el calor más uniformemente por el planeta.