De pronto, para su secreta tortura, había descubierto que el viejo resentimiento había desaparecido, desvaneciéndose cuando más necesitaba de su apoyo.
Hay un día en que todos los norteamericanos que no se han hecho por su propio esfuerzo vuelven a su hogar para comer bizcochitos con bicarbonato y se maravillan de cuan cerca parece estar del porche la vieja bomba del agua.