Después de cortarle el ombligo, la comadrona se puso a quitarle con un trapo el ungüento azul que le cubría el cuerpo, alumbrada por Aureliano con una lámpara.
Era necesario explicárselo, pero no se lo explicaban, atareados como estaban sus compañeros en limpiar las armas con sebo y pedazos de fustanes que todavía olían a mujer.
Para limpiarlos puedes preparar una solución con más o menos la mitad de agua y la mitad de alcohol y usar un paño limpio embebido en este líquido para desinfectar las superficies.
O, en el caso de los portobello que me gusta que mantengan su color, le cortamos un poco el pie y nos ayudamos de papel de cocina mojado para limpiar los restos de tierra.
Había pensado que dentro de unos minutos el restaurante empezaría a llenarse de gente y tal vez por eso se puso a frotar el vidrio con mayor fuerza, mirando hacia la calle a través del cristal de la ventana.