¡Es un encanto oírte hablar! -respondió el pequeño Hans, que descansaba secándose la frente- Es un encanto, pero temo no tener yo nunca ideas tan hermosas como tú.
Cuando terminen, lavarán las ventanas, mi ropa interior sucia, sacudirán los tapetes, limpiarán la grasa, apilarán leña, regarán los baños, me cortarán las uñas de los pies y sacarán la basura.