Cada vez que una fuente, un mausoleo, un pórtico me desvelaron con la insistente permanencia de su belleza, alternaba en mi duermevela su imagen con la imagen de la Fuente vieja.
Una tarde que Comepapel dormía la siesta entre un montón de folios que había en mi mesa, sin darme cuenta lo grapé a una redacción que acababa de hacer.