Cuando se inclinaba y saludada a izquierda y derecha, su túnica seguía los movimientos de su cuerpo, y, cuando se apresuraba, sus mangas ondeaban como alas.
Pese a todo, no podía prescindir de él pues gracias a éste atesoraba los cargos de cónsul de la cofradía, prohombre de Barcelona y miembro del Consejo de Ciento.