Ha dado, como el caballito del circo por la pista, tres vueltas en redondo por el jardín, blanca como la leve ola única de un dulce mar de luz, y ha vuelto a pasar la tapia.
En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.
Incluso su ayudante, el joven Manolín, a quien había enseñado el oficio desde muy pequeño, ya no lo acompañaba a sus recorridos en altamar debido a que sus padres se lo prohibieron por los reiterados fracasos del viejo.