Orinaba junto a la choza y luego subía al camino a despertar al muchacho. Temblaba de frío de la mañana. Pero sabía que temblando se calentaría y que pronto estaría remando.
Quise retroceder porque pensé que regresando podría encontrar el calor que acababa de dejar; pero me di cuenta a poco de andar que el frío salía de mí, de mi propia sangre.