Aún leemos sus escritos, estudiamos sus matemáticas, meditamos sobre su filosofía y contemplamos asombrados hasta las ruinas y fragmentos de sus bellos edificios y de sus estatuas.
Las grandes glorias de las que se vanaglorian muchos, palacios, factorías y monumentos, insignias con las que nos identificamos, no son más que cadáveres, reliquias de una civilización extinguida.
En el año 2014, aparecieron en la localidad de Guareña, en Badajoz, los restos arqueológicos de un edificio imponente, que fue sellado tras un sacrificio masivo de animales.
Y creo que, en esos lugares, que son más humildes que las grandes bibliotecas, con sus edificios arquitectónicos brillantes, allí es donde realmente se abren horizontes y mundos y donde se cambian vidas.
Este impresionante levantamiento se encuentra a 80 kilómetros al noreste de la ciudad de Cuzco, y fue levantada a mediados del siglo XV sobre una montaña de granito, a 2.500 metros sobre el nivel del mar.