El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino.
No pasó por alto esa precaución, al recordar que cuando murió el coronel Aureliano Buendía hubo que comprarle un par de zapatos nuevos, porque ya sólo le quedaban las pantuflas que usaba en el taller.