He tenido el privilegio de observar el estrado y a nuestros colegas desde diversos ángulos, desde la izquierda y desde la derecha del estrado, así como desde la tarima de los delegados que se encuentra detrás de nosotros.
En ese momento, un legionario lo apuñala por la espalda y lo mata, para gran alegría, creo, del resto de las legiones porque así ya no fueron a la guerra, se volvieron.
Boa lo atrapa por la espalda, lo levanta y el esfuerzo le congestiona el rostro y el cuello que se hincha; solo lo tiene en el aire unos segundos y lo deja caer como un fardo.
Pero esto no me libró de la furia del mar que volvió a caer sobre mí y, dos veces más, las olas me levantaron y me arrastraron como antes por el fondo, que era muy plano.