Yo lo dudo —replicó Sancho Panza—, porque tengo para mí que, aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez.
Phillis Wheatley envió a George Washington un poema en el que presentó a Columbia como una diosa rubia que iba a ayudarlo desde el cielo en la guerra contra el ejército británico.
Antes o después, cuando me recuperara, debería averiguar si en verdad aquel hombre confiaba en mi inocencia o si simplemente deseaba librarse de la pesada carga que conmigo había caído como del cielo en el momento más inoportuno.