Allá lejos fue a buscar por último estas gratas sorpresas desagradables, alargando los pies para sacarlos de las sábanas y tocar con ellos los barrotes de bronce de la cama.
Por ejemplo, si aquí me hubiesen puesto una silla incómoda, que se llama así el experimento, yo tendría menos recursos neuronales ahora para contaros cosas, simplemente porque estoy sentada de otra forma.