Despidióse del cabrero don Quijote y, subiendo otra vez sobre Rocinante, mandó a Sancho que le siguiese, el cual lo hizo, con su jumento, de muy mala gana.
El marqués la recibió de mala gana, de pie en el zaguán y demoró en entender lo que quería, pues era una mujer de gran parsimonia y circunloquios enrevesados.
Pero a mitad del recorrido, Pulgarcito le dijo al hombre que le bajara con la excusa de que tenía que ir al baño, y a regañadientes, accedieron a dejarle bajar al suelo.
De hecho, abandonaba de mala gana la casa y encontró un entrañable amigo en el hijo de la pareja que tenía 11 años y disfrutaba mucho acompañándolo a él y a su madre al teatro o a conciertos.