Mas, ¡ay, sin ventura! que se le ha asido una punta del faldellín de uno de los hierros del balcón, y está pendiente en el aire, sin poder llegar al suelo.
Y tuvo la mala suerte de pegar un estacazo a la jarra del estante. Dio ésta contra la pared, cayó al suelo hecha trizas, y toda la miel se vertió y esparció.